Tuesday, October 18, 2005

Pastillas para no soñar (I)

En una población de un país de Latinoamérica, pudiera ser Chile, nos pasó lo siguiente:
Mamá conversaba con nuestra vecina, que le estaba contando que había conseguido un pololito y había podido arreglar su viejo televisor. Nuestra vecina era pobre a decir basta, comía salteado, tenía cinco hijos desnutridos y le quedaban un par de dientes en la boca, vivia en una casa compuesta por dos habitaciones y la electricidad se la pasaban los vecinos, porque ya le habían quitado el medidor.
Ante esta situació, mi vieja que tenía un pasar mas o meno cómodo y a la que no le faltaba para alimentar a sus hijos, comenzó su arenga revolucionaria y formativa: "pero, Viky, cómo vas a gastar la plata en eso, con la falta que te hacen otras cosas, zapatillas para los chicos, alguna ropita de abrigo, los útiles para el colegio..." Viky la cortó de inmediato "lo que pasa, vecina, es que cuando los chicos miran la tele se olvidan del hambre, y no me piden pan".
Mamá no puede contar esto sin que se l apriete la garganta. Yo no quiero recordarlo.
Cuanta vino tendré que tomar para olvidar eso? Dónde compro una pastilla que me borre ese recuerdo?
Dónde están esos cien motivos que tenía Sabina para no cortarse de un tajo las venas?
Hoy, que hasta la derecha habla de la inequidad, es imposible pasar por alto esta realidad, pero aparece una variable nueva, la postergada clase media. Cada vez que se plantea una política de ayuda a los pobres, surge una voz de la "postergada clase media" que no puede esperar. Claro que es entendible su postura, pero deben reconocer que hay que establecer un orden de prioridad de esos "no puedo esperar". Hay un no puedo esperar del allegado, del que quiere un mejor trabajo, del que espera un aumento. Y hay un no puedo esperar del que esta noche no cenó y mañana no va a daseyunar.
Hay que pensar que los "no puedo esperar" de algunos son verdaderos ultimatums de vida o muerte. Cuantos chicos no cenaron hoy antes de acostarse?, cuantos no comen otra cosa que la comida del colegio?, cuantos van a morir de hambre o de las cosencuencias del hambre?.
Cómo levantarse por las mañanas y respirar ese aire cargado de las últimas respiraciones de quienes murieron durante la noche, en una posta, en la calle, en una miserable habitación, solos, abandonados, olvidados?
Cómo se sigue? Con qué ánimo se trabaja, y se proyecta en este circo?
Decía Pablo Milanés eso de:
La vida no vale nada
si yo me quedo sentado
después que he visto y soñado
que en todas partes me llaman.
Será que la única forma de seguir, de buscarle una vuelta a este "chancho tan mal pelado", es ponerse a trabajar porque esta noche se muera en la calle un niño menos y en la posta puedan salvar a una persona más.
Ahí hay una salida, juntarnos para forzar el cambio, sinó, podemos seguir viendo Morandé con compañía y esperando ese merecido aumento. Total los chicos que mueran esta noche, seguramente, no son los nuestros.

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